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nuestro grave y sonoro idioma compusieron fecundos ingenios portugueses obras inmortales, y aun después de la separación definitiva de ambos Reinos, hablábase no poco en Portugal la lengua de Cervantes.

Necesario es reconocer á pesar de lo dicho, que no vio claro Felipe II en los asuntos de Portugal. Quiso ser benigno con sus nuevos poderosos vasallos confirmándoles en los derechos que ejercían en el país conquistado y aumentando el prestigio de que gozaban entre sus coterráneos, y rehusóles en cambio toda benignidad y largueza al no confiarles virreinatos en Italia, en Flandes ó en la parte Oriental de la Península; al no fomentar relaciones entre ellos y los españoles para que pudieran establecer en el porvenir vínculos de consanguinidad que fuesen garantías para la solidez de la reciente unión de ambos Reinos; al no suprimir las aduanas de la frontera hispano-portuguesa que entorpecían entre los dos países el tráfico, instrumento poderoso de