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perverso lo merece cuando labra la tierra ó arroja el pecho al mar, donde el loco combate por los tiranos ó por adquirir riquezas. El hombre de bien puede ser débil é indolente; pero no aspira á la opulencia, solo desea vivir contento. Pero supongamos que sea rico, ¿se acabarán por eso las peticiones? No. ¿Ha de carecer el hombre bueno de salud, ha de carecer de poder? Démosle pues riquezas, y poder y todos los bienes de la tierra. Es regular que aun queramos mas. ¿Pero por qué ha ae ser limitado este poder? ¿Por qué ha de ser un particular? ¿No debia ser un Rey? ¿Y por qué hemos de desear solo lo exterior mas bien que lo mas precioso, é interior? ¿Por qué no ha de ser el hombre un Dios, y la tierra un paraíso? El que pide y raciocina asi, difícilmente se figurará que Dios haya dado bastante cuando puede dar todavía mas, porque siendo inmenso su poder, los pedidos deben serlo también; ó si no decidme ¿en qué parte, en qué grado de la naturaleza deben cesar?

El premio de la virtud es aquello que nadie de este mundo puede dar ni puede destruir, á saber, la quietud del ánimo y el gozo interior del corazon. ¿Os atreveríais a señalar otro mejor, y dar á la humildad una carroza de seis caballos?