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Mas sí no os gusta este mundo, ó es tan á propósito para los malvados, imaginemos otro mejor. Supongamos que sea un


    tereses, y capitales sobre capitales, y exigiendo su pago sobre la marcha del modo mas cruel; de manera que amontonó inmensas riquezas por un empeño constante en vivir acechando y aprovechándose de los vicios, miserias y locuras de los hombres. Llegó á tener siete mil libras esterlinas de renta en haciendas, y cien mil en dinero contante. Convirtió su misma casa en lupanar; fue condenado dos veces por forzador; pero la última vez fue multado en sumas enormes. Murió en Escocia en 1731 de edad de sesenta y dos anos; pero al ir á enterrarle el pueblo se amotinó, medio arrebató el cadáver del ataúd, y luego echó en el hoyo sobre él perros muertos y otras inmundicias. El Dr. Arbuthnot le compuso un terrible epitafio, en que después de pintarle como un malvado que mereció mil veces morir en la horca, acaba con estas memorables palabras. „¡Lector indignado! no creas que este mal ejemplo sea inútil ai género humano. La Providencia toleró sus execrables delitos para dar un claro testimonio á las generaciones venideras de lo poquísimo que valen las mayores riquezas ante los ojos de Dios, cuando le dejó colmarse de ellas ai mas indigno y perverso de todos los mortales.”