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parage. Nadie se tiene á sí mismo por vicioso en primer grado, sino que cree que su vecino le ha ganado la delantera. Asi aquellos que ya viven, por decirlo asi, bajo la zona del vicio mismo, ó nunca sienten sus estragos, ó nunca quieren confesarlo. Lo que haria echar pie atras espantado á un hombre de buena índole, sostendrá que es recto y bueno un vicioso empedernido.

No hay arbitrio; todo hombre es virtuoso y vicioso á medias; pero si pocos lo son en alto grado, todos hasta cierto punto. El malvado y el tronera son buenos y prudentes por capricho, y á veces el hombre mas honrado hace por capricho lo mismo que vitupera. Bien sea lo bueno, bien sea lo malo, siempre lo adoptamos por partes, pues tanto al vicio como á la virtud el amor propio es quien les dirige. Cada individuo se propone diferente blanco; pero el gran objeto de Dios es uno, á saber, el universo. El es el que contramina todas las locuras y caprichos, el que desconcierta el efecto de todos los vicios, y el que dio á todas clases de personas unas felices fragilidades, el pudor á la doncella, el orgullo á la matrona, el miedo al estadista, la temeridad al Capitan, á los Reyes la presuncion, y á la