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del rencor y del miedo! Véase si no la cólera cómo suple por el zelo y la fortaleza, y aun la avaricia por la prudencia, y la pereza por la filosofía. La lascivia mas refinada si se contiene entre ciertos límites, llega á parecer un fino amor, y á ser el hechizo del bello sexo. La envidia, que esclaviza las almas viles, es emulacion entre literatos y también entre los valientes. No citaremos virtud alguna, bien sea de hombre ó sea de muger, que no pueda provenir del orgullo ó de la vergüenza.

De este modo la naturaleza (¡abátase nuestro orgullo!) nos da por virtudes lo mas inmediato á los vicios. La razon cambia las inclinaciones, y las convierte de malas en buenas. Neron hubiera reinado como Tito si hubiera querido; y la ferocidad de alma detestada en Catilina encanta en Decio, y es divina en Curcio. Una misma ambicion destruye ó salva los pueblos, y forma de uno un patriota, lo mismo que de otro un traidor.

¿Pero quién podrá separar toda esa luz de las tinieblas que están revueltas en nuestro caos? El Dios que está dentro de nosotros.

Los extremos producen en la naturaleza fines iguales, y en el hombre se hallan confundidos para algún uso misterio-