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nadie puede ignorar que esas leyes siempre pierden gran parte de su vigor y poder, ya por su mismo carácter de provisionales—ya porque no son amadas por su falta de bondad y por el recuerdo qac traen consigo de su origen — ya porque aún las que parecen mas equitativas, respiran siempre el mortífero aliento colonial— ya en fin porque despertado una vez en los pueblos el espíritu, el sentimiento de su independencia sufren impacien­temente toda ley que no haya dimanado de su propia voluntad.

Era por tanto indispensabe prepa­rar un remedio que previniese este mal, casi necesario aun en las revoluciones mas jui­ciosas; y que no pocas veces ha produci­do grandes calamidades y grandes crímenes, tarde espiados y con mucha sangre. Este re­medio no puede ser otro que dar á los pueblos un buen sistema de moral. Espero pues que con sus luces y lecciones cooperarán conmi­go á tan saludable fin todos los que aman cordialmente la patria , y desean verla pros­perar por el adelantamiento de las bellas le­tras, por el influjo de una sabia y propia legislacion, y por el imperio de las buenas costumbres, que son el mejor, el único suplemento de las leyes, y frecuentemente mas eficaz que las leyes mismas.