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manos. D.a Catalina pensó en fugarse, y así lo hizo, saltando las tapias del convento.

El traje que sacó del retiro le sirvieró para hacerse otro de hombre. Entonces comenzó sus aventuras.

Fué monja, criado, amanuense, soldado, jugador.... y asesino. Corrió, sin escrúpulos, todos los riesgos y peligros de la vida aventurera, para concluir su existencia de dueña de una recua, que ella misma dirigia, disfrazada de hombre, en una venta cercana á Orizaba, muriendo con “vna muerte exemplar y con general dolor de todos los circunstantes.”[1]

Tenemos á la vista su retrato, y repetimos con uno de sus biógrafos: búsquese algo que anuncie una cualidad femenia en esa

  1. Ultima y tercera relacion, en que se haxe verdadera del resto de la vida de la Monja Alferez, etc.”