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luta que éstos ejercian en sus pueblos. De ahí en adelante Cortés no temió ya por su seguridad; tenia de su mano la capital del imperio, centro de la civilizacion y en donde residia el que representaba la soberanía: los pueblos tributarios no podian ya ni oponer resistencia formal, ni obedecer otra autoridad que la del nuevo y advenedizo señor; prueba inequívoca del centralismo de la administracion política de Moteuczuma II, como ya dijimos mas arriba[1].

Cortés, comprendió que los pueblos sublevados de Aliauializapan, al saber el desenlace de los acontecimientos de México, no podían oponerle seria resistencia. Los ánimos estaban tristes y decaidos, y los antiguos súbditos de Moteuczuma solo pensaron ya en rendirse al poder absoluto del nuevo señor. Por eso acaso vino tan corto número de españoles en su contra, aunque sí apoyados por un nú-

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