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ENEIDA.
XLII.

»El pecho entrambas enhestando iguales,
Con encarnada cresta gallardean,
Y en ruedas, al andar, descomunales
El largo cuerpo sobre el ponto arquean:
Rotos gimen los líquidos cristales
Por do hienden: abordan ya y campean,
La vista en sangre y rayos encendida:
Todos huimos, la color perdida.

XLIII.

»Lamiéndose las bocas sibilantes
Con la vibrante lengua, van derecho
Para Laoconte: mas sus hijos ántes,
Tiernos gemelos, en abrazo estrecho
Aferran, y sus miembros palpitantes
Apedazan, devoran. Pecho á pecho
Y meneando la aguzada hoja,
Encima el genitor se les arroja.

XLIV.

»¡Vano auxilio! ¡arduo afan! Ellas le abrazan
Con doble, firme vuelta la cintura;
Los escamados lomos le relazan
Á la garganta, y á mayor altura
Sobrealzando las crestas, amenazan.
Con ambas manos él entre la impura
Ponzoña que las ínfulas le afea,
Por sacudir los ñudos forcejea.