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ENEIDA.
XXX.

»Ellos, blanco al furor de mis tiranos,
»Por mí habrán de lastar en roja pira!
»Por los dioses del cielo soberanos
»Que apartan la verdad de la mentira,
»Por la noble lealtad, si ya en humanos
»Pechos cupo lealtad, la suerte mira
»No merecida, ¡oh Rey! que en mi se ceba;
»Tanto infortunio á compasion te mueva!»

XXXI.

»La piedad que con lágrimas demanda,
Con lágrimas le dan los corazones.
Abogamos por él. Al punto manda
Que los lazos le suelten y prisiones
El Rey, y así le dice con voz blanda:
«Olvida ya las bárbaras legiones,
»Mancebo, y sus malvados procederes:
»De hoy más, quienquier tú seas, nuestro eres.

XXXII.

»Mas la verdad declara sin rebozo:
»¿Quién inventó esta mole? ¿Con qué intento?
»¿Máquina amenazante de destrozo
»Es? ¿ó bien religioso monumento?»
Dice el buen Rey; y el atrevido mozo
Mostrado, á usanza griega, al fingimiento,
Exclama así, las manos desatadas
Volviendo al cielo, y húmidas miradas: