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VIRGILIO.
LXXXVII.

Grata la Reina á auxilios singulares,
Alzaba allí á la Diosa un templo extenso,
Que á la vez ilustraba sus altares
Con favor sacro y con devoto incienso:
Escalonado el atrio entre pilares
Y trabes bronceadas, daba ascenso
A la alta puerta de metal bruñido
Que el quicio oprime, y gira con rüido.

LXXXVIII.

En este bosque el héroe al pecho laso
Halló aliento, á sus penas lenitivo,
Y alta leccion de que en adverso caso
Hay siempre de esperanza algun motivo;
Pues, ya en el templo suntuoso, al paso
Que todo lo registra pensativo,
Y aguardando á la Reina, allá en su mente
Mide el poder de la ciudad naciente;

LXXXIX.

Miéntras nota á un plan mismo convertidas
Manos de artistas y el primor del arte,
Por órden halla en cuadros repartidas
Leyendas de Ilïon, lances de Marte,
Que al orbe ocupan ya. Ve á los Atridas,
Ve á Príamo, é igual á cada parte
Aquíles en los rayos de su ira;
Párase aquí, y con lágrimas suspira;