Página:Eneida - Tomo I (1905).pdf/45

Esta página no ha sido corregida
11
ENEIDA.
XXX.

Neptuno así de una mirada enfrena
Del piélago insolente los furores,
Y gira por la atmósfera serena
Dóciles sus caballos voladores.
Entre tanto, de la áspera faena
Cansados los troyanos viadores,
A las vecinas, líbicas orillas
Vuelven prudentes las cascadas quillas.

XXXI.

Vese allí en una cómoda ensenada
Formando puerto, una isla: á sus costados
Del piélago se rompe la oleada.
Y rota, entra á morir por ambos lados.
Guardando opuestos émulos la entrada,
Dos peñones, remate de collados,
Torvos se empinan: plácidas, á solas,
Tiéndense al pié las sombreadas olas.

XXXII.

Luégo, al entrar, divísase eminente,
Del sol quebrando el trémulo destello,
Hórrido bosque, y negro, y grande; en frente
Cóncava peña cierra un antro bello.
Y allí hay bancos de piedra; allí una fuente
De agua dulce; es de Ninfas gruta aquello!
No aquí el cansado esquife ata la amarra;
No del áncora el garfio el fondo agarra.