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ENEIDA.
CXLIV.

Maravillado de la extraña escena,
Medroso Enéas á entender aspira
Qué es aquella corriente tan serena;
Quién la infinita multitud que gira
Á par del rio y sus florestas llena.
El padre Anquíses respondióle: «Mira:
Antiguas almas á quien guarda el hado
Nuevos velos corpóreos, nuevo estado,

CXLV.

»Esas son las que afluyen al Leteo
Y en raudal bienhechor beben olvido.
Tiempos hace, hijo amado, que deseo
Mostrarte mi linaje esclarecido
En estas sombras que delante veo,
Porque, absorto en destino tan subido,
De haber llegado á la que áun mal conoces
Itálica region, conmigo goces.»

CXLVI.

«Mas ¿es creible que al sabido cielo,»
Enéas contristado así murmura,
«Alguna alma de aquí remonte el vuelo
Y á informar torne la materia oscura?
¡Mísera humanidad! ¡Qué inmenso anhelo
De vida y goces! ¡qué cruel locura!»
Anquíses acudiendo á su sorpresa,
Ordenadas razones así expresa: