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VIRGILIO.
CXLI.

Enéas contestóle en tal manera:
«Tu imágen veneranda, padre mio,
Siguiéndome doliente por doquiera,
Forzóme á visitar el reino umbrío.
Ocupan mis bajeles la ribera
Tirrena. Mas tú ahora, con desvío
No á mi mano, señor, robes la tuya;
No á mi abrazo filial tu cuello huya.»

CXLII.

Dice, y llorando, con amante empeño
Tres veces va á abrazar al padre anciano;
Cual humo huye la sombra ó como sueño
Y él tres veces aprieta el aire vano.
Tornó á mirar, y un bosque vió risueño
En un valle repuesto comarcano:
Gárrulo bosque, plácido retiro
Que manso baña el Lete en blanco giro.

CXLIII.

En torno vagan del durmiente rio
Gentes, pueblos, enjambres voladores,
Y cual abejas que en sereno estío
Rondan fugaces peregrinas flores,
Y á los lirios de cándido atavío
Asedian, confundiendo sus rumores,
Tal llenando de estruendo la campiña
La aérea multitud vuela y se apiña.