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VIRGILIO.
CXVII.

»Contempla á la cruel, que allí se asienta
Y el vestíbulo guarda de ese mundo:
¿Qué, si vieses, abiertas las cincuenta
Negras fauces, el monstruo sin segundo,
La Hidra feroz que adentro guarda atenta?
Luégo el Tártaro se abre, tan profundo
Al medio de su abismo, cuanto dista
El alto Olimpo de la humana vista.

CXVIII.

»Allí, humilladas las soberbias vidas,
Los antiguos engendros de la Tierra
Revuélvense en recónditas guaridas
A donde el rayo su ambicion encierra:
Vi á par los dos enormes Alöidas
Que el Cielo con sus manos, ¡loca guerra!
Descargar intentaron, y en su encono
A Jove mismo derrocar del trono.

CXIX.

»Vi allí tambien yacer, de angustias lleno,
Á Salmoneo, por su error insano,
Que de Jove el relámpago, y el trueno
Quiso imitar de Olimpo soberano:
De cuatro brutos gobernando el freno
Y antorchas sacudiendo con su mano,
A Elis cruzó, y en su triunfal camino
Culto pedia como á sér divino.