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ENEIDA.
CXIV.

«¿Qué gritos de dolor hieren mi oido?»
Dice Enéas parándose asombrado:
«¿Quiénes llevan allí su merecido?
»¿Cuál es ¡ay! su suplicio y su pecado?»
Y la Sibila respondió: «No ha sido
Nunca á justos varones otorgado,
Magnánimo caudillo, entrar las puertas
Sólo al delito por la pena abiertas.

CXV.

»Mas yo, cuando los bosques infernales
Por Hécate guardaba, del espanto
Vi el reino y sus tormentos eternales:
Tiene el cetro el cretense Radamanto,
Que interroga á las almas criminales,
Castiga sus delitos, y de cuanto
Ocultó hasta la muerte astucia fria,
A hacer les fuerza confesion tardía.

CXVI.

»Y, nunca de venganzas satisfecha,
Con la izquierda azuzando sus serpientes
Y del látigo armada la derecha,
Corre los sentenciados delincuentes
Tisífone á azotar, y los estrecha,
Llamando sus hermanas inclementes;
Y ábrense á devorarlos, y crujiendo
Giran las sacras puertas con estruendo.