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ENEIDA.
XCVI.

Y de pronto indignada huye y se esconde
En la parte del bosque más espesa,
Entre acopados árboles, en donde
Al renovado amor que le profesa,
Siqueo como de ántes corresponde.
Enéas, de piedad el alma opresa,
A la sombra siguió por trecho largo
Llorando para sí su lloro amargo.

XCVII.

Mas andando el camino, á los postreros
Campos llegaban cuya igual alfombra
Van á solas hollando los guerreros
A quien la fama por sus hechos nombra.
Entre los capitanes que primeros
Al paso Enéas encontró, la sombra
Vió del pálido Adrastro, vió á Tideo,
Vió al ínclito en la lid Partenopeo.

XCVIII.

Vió tambien los Troyanos que segados
En duras lizas los soberbios cuellos,
Fueron con llanto de la patria honrados:
Glauco, Medon, Tersíloco; y con ellos
Los tres hijos de Anténor afamados;
Y Polifétes, que tus dones bellos
Honró, Céres; é Ideo, que áun regía
El carro y armas que rigiera un dia.