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ENEIDA.
LXXXIV.

Recibe, en fin, la cavidad vacía
Al fuerte huésped. Rechinando opreso,
Ya anchas grietas al agua negra abria
Flaco el esquife para humano peso.
Mas el barquero con tenaz porfía
A par que á la Sibila, al héroe ileso
Trasporta, y abordando, le enajena
Sobre ovas verdes y movible arena.

LXXXV.

Enfrente á do saltaron, guarecido
En la ancha gruta en que á placer se extiende,
El can trifauce con feroz ladrido
Los ámbitos atruena que defiende:
Viéndole que de víboras ceñido
Sacude el cuello y ya en furor se enciende,
Narcótico manjar con miel dorado
Echa la maga al monstruo espeluznado.

LXXXVI.

El cual tragó la torta engañadora
Con triple boca y con voraz garganta,
Y, largo cuanto el antro donde mora,
Le abate el sueño. Con ligera planta,
Aprovechando la oportuna hora,
A las puertas Enéas se adelanta,
Y traspone volando la ribera
Deaguas que nadie repasar espera.