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VIRGILIO.
LXXV.

»Ó ya, supuesto que, de Olimpo santo
Por favor especial, bajado hayas
A visitar los reinos del espanto
Y de tu madre encaminado vayas,
La diestra alarga, si merezco tanto,
Y arrástrame contigo á opuestas playas,
Porque al cabo, rendido de fatiga,
En muerte al ménos reposar consiga.»

LXXVI.

Y dijo la adivina: «¿Estás demente,
Oh sombra temeraria? ¿Por ventura
Querrás el lago Estigio, la corriente
Pasar de las Euménides oscura,
Tú que no ostentas divinal presente
Ni gozas en la tierra sepultura?
¡Triste! no esperes á poder de ruegos
Los hados ablandar sordos y ciegos.

LXXVII.

»Mas escucha mi voz, y tus dolores
Consuela recordando anuncios tales:
Habrá de ancha region habitadores
Que, en fuerza de prodigios celestiales,
Tu sombra aplacarán, daránte honores,
Te alzarán monumentos sepulcrales;
Y el sitio, Palinuro, que te guarde
Hará por siglos de tu nombre alarde.»