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VIRGILIO.
XXXIX.

Así exhala plegarias y querellas,
Cuando á su vista, sobre el manso viento,
Llegan iguales dos palomas bellas
Abatiendo el süave movimiento
A posarse en el césped verde. En ellas
Mira Enéas atónito y atento
Las mensajeras de su madre, y clama
Con el acento del que espera y ama:

XL.

«¡Oh aves misteriosas! si camino
Abre el hado, marcadle con el vuelo;
Id al ramo que en torno peregrino
Con rica sombra ampara el fértil suelo!
Y tú en esta sazon, felice tino
Concede, ¡oh madre! y el favor que anhelo.»
Calla; y qué auguren al picar la hierba,
O á dó tiendan las aves, fijo observa.

XLI.

Hasta do el ojo va, la copia alada
Sigue el volar, sigue el volar rastrero;
Mas asomando á la hedïonda entrada
De Averno, se alza en ímpetu ligero:
Buscan las dos la copa deseada,
Y á un tiempo ocupan el feliz madero,
Do entre pardos verdores amarillo
El ramo desigual muestra su brillo.