Página:Eneida - Tomo I (1905).pdf/294

Esta página no ha sido corregida
260
VIRGILIO.
XXXIII.

Cesó, y quedóse la adivina muda.
La medrosa caverna el héroe deja;
Mirando al suelo va, y acerba duda
Le roe el corazon. Con él se aleja
Acátes, fiel amigo: igual la aguda
Pena que á Enéas, al andar le aqueja:
¿Quién será, cada cual finge y cavila,
El que muerto nos canta la Sibila?

XXXIV.

Hablando, pues, del mal que les espera,
De dolor y ansiedad el pecho lleno,
Allá tirado en la árida ribera
Cadáver infeliz ven á Miseno:
Miseno, hijo de Eolo, á quien diera
Natura el arte de excitar al bueno
A los combates, y el guerrero bando
Llenar de fuego, su clarin tocando.

XXXV.

Él, cuando Troya, acompañado habia
Á Héctor: los campos él, de Héctor al lado,
Con su trompa y su lanza recorria
En la lanza y la trompa ejercitado;
Despues, cuando de la alma luz del dia
Héctor fué por Aquíles despojado,
De Enéas al mandar el fiel guerrero
(Partido no inferior) puso su acero.