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VIRGILIO.
XXI.

Tal desde su antro la Sibila fiera,
Con voz que infunde admiracion y espanto,
Hechos desvuelve, edades acelera,
Y en sombras la verdad brilla en su canto;
Tal de su labio el ímpetu modera
El Dios que el corazon le aguija en tanto;
Mas serenada al fin su ira espumante,
A hablarle torna el héroe suplicante:

XXII.

«Áun no me has anunciado ¡oh vírgen! nada
Ó nuevo ó imprevisto de mi vida.
Mas oye: si hay aquí al Averno entrada,
Si aquí está la laguna tan temida,
Con sobras de Aqueronte sustentada,
Concede que un favor solo te pida:
Mi padre anhelo ver; guia mi planta,
Y dígnate de abrir la puerta santa.

XXIII.

»¡Mi padre! Yo de en medio al enemigo
Entre llamas y dardos libertélo;
Yo le puse en mis hombros, y él conmigo
Fué dándome doquier fuerza y consuelo:
El fué en mis viajes mi mejor amigo;
El los rigores de la mar y el cielo
Con generosas muestras de osadía,
Milagrosa en su edad, llevar solia.