Mancebos en la faz muestran bizarros
El ansia de vencer, mientras el pecho
La duda palpitante les devora,
Con retorcido látigo aguijando,
Tendido el cuerpo van, suelta la brida;
En férvido volar arden las ruedas;
Y ora se inclinan, y ora
Parecen remontarse arrebatados
En vuelo aéreo á superior esfera.
No hay descanso, no hay paz. La arena roja
En nubes se levanta:
Fogoso al delantero el de atrás moja
Con la espuma que arroja;
¡Tanto es el pundonor, la ambición tanta!
Estos versos, fuerza es confesarlo, no se parecen en nada á los que generalmente nos regala la musa sudamericana, libertina, indómita, sin más consejero que el oído, á veces mal educado y excesivamente democrático en el estilo, en la elocución y en las formas sintáxicas, casi siempre cortadas al talle de la prosa. Si muchos han de saborearlos y deleitarse con ellos, no faltarán quienes los hallen desabridos al paladar, obscuros á la inteligencia y aun ásperos para leídos corrientemente. Pero nosotros, que nos declaramos pertenecer á los primeros, es decir, á los admiradores de la noble versificación del Sr. Caro, entendemos que el verso debe tener también poesía en su estructura, y participar, hasta en la ordenación de las palabras, del juego de la imaginación, que es la primera de las facultades distinti-