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VIRGILIO.
CXXXII.

»Quienquier de tu alta empresa lleve enfado,
Las matronas, cansadas de los mares,
Los ancianos; en fin, cuanto á tu lado
Mezquino, flojo, inválido notares,
Quede todo de Acéstes al cuidado:
Funden ellos aquí muros y altares,
Y de Acéstes merced, de Acesta el nombre
Al nido que afiancen, grato asombre.»

CXXXIII.

Alentó el sabio al Rey; mas le destroza
Con nuevas dudas que á su mente inspira.
Y ya la húmida Noche en su carroza
Que negra copia de caballos tira,
Ocupa el firmamento. En esto goza
Ensueño seductor el héroe, y mira
La apariencia bajar del padre amado
Que á hablarle empieza con benigno agrado:

CXXXIV.

«Hijo, más caro que mi propia vida
Miéntras las auras respiré vitales;
Tú, á quien prueba Fortuna encrudecida,
A partir de Ilïon, con tantos males!
Jove en tu auxilio de enviarme cuida;
Jove, que de las sedes celestiales
Del afan se conduele que te aqueja,
Y el voraz fuego de la flota aleja.