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VIRGILIO.
CXXVI.

«¡Oh Júpiter supremo! Si de humanos
Males, cual usas, áun piedad hoy tienes;
Si no en uno maldices los Troyanos,
Esta última porcion de nuestros bienes
Salva de azar cruel, fuegos insanos:
Mas si á muerte merezco me condenes,
Destruye de una vez nuestra esperanza,
Y húndame el rayo aquí de tu venganza!»

CXXVII.

Rasgado de sus hombros el vestido
Y ambas las manos extendiendo al Cielo,
Así Enéas con férvido alarido,
O muerte ó salvacion pide en su duelo;
Y áun bien no hablara, cuando nublos vido
Con que el aire oprimir amaga al suelo;
La esfera en un momento se ennegrece,
Ronco trueno las cumbres estremece.

CXXVIII.

Y ya sin más tardar, de los collados,
Acompañados del fragor del viento
Rios descienden á inundar los prados
Furiosos con hinchado movimiento:
Ciego á los buques va medio abrasados,
Las popas cubre el rápido elemento,
Y oprimiendo el vapor, que al fin apaga,
Libra las naves de la peste aciaga.