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ENEIDA.
CXXIII.

Y él, «¡Desgraciadas! ¿qué furor extraño,
Qué error,» les dice, «os precipita ciego?
¿Pensais que á argivos campos haceis daño?
¡Oh, á vuestras esperanzas pegais fuego!
Yo vuestro Ascanio soy: ved si os engaño.»
Dice, y el morrïon, disfraz del juego,
Deposita á sus plantas, y les muestra
La faz amiga y la inocente diestra.

CXXIV.

En pos de Ascanio presurosos tiran
Su padre mismo y los demas Troyanos.
Mas ya las tristes en lo que hacen miran,
Y á ocultar su vergüenza, por los llanos
Que extiende la ribera, mustias giran
Huecas peñas buscando: á sus hermanos,
Vueltas en sí conocen, y les pesa,
Libres de Juno, de la aleve empresa.

CXXV.

Pero el voraz incendio, áun no contento,
Sus indómitos ímpetus no afloja:
De las húmedas tablas el asiento
Arde estoposo, y grueso humo arroja:
Consume las carenas fuego lento:
Vana es la onda esparcida que las moja,
Ni hay ya luchar con la arraigada llama,
Cuando hé aquí suplicante el Rey exclama: