Fué así que en ese medio, rencorosa,
Mal sanada la llaga que encubria,
Juno del Cielo á Íris vaporosa
A las naves ilíacas envía:
A la húmida ninfa la gran Diosa
Impetu añade en la region vacía
Y del arco la adorna de colores,
Miéntras vuelve en secreto sus dolores.
Ella parte invisible, vuela aprisa,
Ve el inmenso concurso, tuerce al puerto;
Las anchas playas vacilante pisa
Y todo siente estar mudo y desierto:
Al fin las damas de Ilïon divisa
Que en cóncavo remoto, al mar abierto,
Honrando á Anquíses lágrimas le daban,
Y en el lóbrego mar la vista clavan.
Y así, con mustia faz y ojos inmotos,
Con una voz, la que el dolor les presta,
«Mares cruzamos ya,» dicen, «ignotos;
¡Oh, y cuánto de agua por salvar nos resta!»
Por lograr firme asiento elevan votos;
Hablar de un más allá, pesar les cuesta;
Y hé aquí, miéntras derraman sus querellas,
Íris astuta se desliza entre ellas.