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VIRGILIO.
LXXII.

«Tu nombre de valiente entre valientes
¿Qué sirve, Entelo, sin tan buenos dones
Con tanta calma en paz llevar consientes?
Hoy de Erice divino y sus lecciones
¿No es deber patrio que el honor sustentes?
La fama que asombraba estas regiones
¿A dónde se oscurece? ¿Qué se han hecho
Los despojos pendientes de tu techo?»

LXXIII.

Entelo respondió: «No son extraños
Valor y amor de gloria al pecho mio;
Mas siento ya de la vejez los daños,
Mis miembros ciñe ya rígido frio.
Yo si hoy tuviese el que en mis verdes años,
Cual le goza ese audaz, ardiente brío,
No el premio disputara, sí la palma;
Que ocupe el premio vil, lo llevo en calma.»

LXXIV.

Habló Entelo; y volviendo por sus fueros,
Se alza, y dos cestos en el campo lanza
Con que Érice ostentara en golpes fieros
Con los ligados brazos su pujanza.
Ven los siete boyunos recios cueros
Graves de plomo y hierro á hercúlea usanza,
Y todos se imaginan con asombro
Del buey la talla, y del atleta el hombro.