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VIRGILIO.
XXIV.

Hay distante en el mar un risco, enfrente
De las riberas que la espuma baña:
Cuando el Cielo se entolda, el mar furente
Concentra allí su bramadora saña:
Mas á erguirse el peñon torna imponente
Cuando duerme la líquida campaña,
Y da en flanco espacioso al ágil mergo
Para enjugarse al sol plácido albergo.

XXV.

Allí una meta de frondosa encina
Enéas pone, á donde el nauta vaya
A doblar la carrera, y si lo atina,
En bajel vencedor torne á la playa.
La suerte á los caudillos determina
Puesto; cada uno en alta popa raya
Por la vestida púrpura y el oro,
Y á lo léjos esplende su tesoro.

XXVI.

Bañados con aceite reluciente
Las desnudas espaldas, y ceñidos
Con ramaje de álamo la frente,
Al banco acuden los demas, fornidos;
Y, la mano en los remos impaciente,
Y atentos al anuncio los oidos,
Codicia de loor, sed de combate
Les hinche el corazon, que duda y late.