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co á la juventud americana, tentándola á admirar y aprovechar los pingües tesoros de los variados climas en que habita, al mismo tiempo que con mano maestra le mostraba cómo el espíritu de las letras clásicas puede animar, embelleciéndolas, las producciones de la moderna literatura. La obra incompleta de Bello pudo convertirse en las Geórgicas sudamericanas si hubiera tenido imitadores, inspirados, como el iniciador, en un pensamiento de patriotismo y de civilización á un tiempo.

La agricultura es la generosa nodriza del hombre, y nadie mejor que Virgilio la ha idealizado en versos que jamás perecerán por mucho que los aleje el tiempo: oigámosle en la traducción neogranadina:


Al hombre urgiendo, la escasez le educa,
Y el trabajo tenaz todo lo allana.
Ceres, sabia maestra, á los mortales
El seno de la tierra á abrir indujo
Cuando faltaron en las sacras selvas
Bellotas y madroños, y Dodona
El sustento habitual negó cansada.
Creció en esmeros el cultivo, en cuanto
Funesta á las espigas la impía nubla
Y hórrido á los sembrados sobrevino
El torpe cardo. Y ya la mies fallece:
Que la áspera maleza en torno crece,
Y el abrojo la invade y el espino;
Oprimen ya el espléndido sembrado
Triste cizaña, estériles avenas.
Tú, pues, como afanado