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VIRGILIO.
CXIV.

Dice; y vuela, y la amarra del navío
Corta de un tajo de fulmínea espada;
A su ejemplo, á su impulso, el mismo brío
A los pechos de todos se traslada.
Ya arrancan, ya se llevan; ya vacío
Quedó el playon: debajo de la armada
La mar se oculta, y al batir contino
Cubren de espuma el líquido camino.

CXV.

El áureo lecho de Titon la aurora
Tímida deja, entre celajes raya,
Y ya su lumbre, que horizontes dora,
Ve la Reina infeliz de la atalaya;
Ve la armada alejarse voladora
Con las velas parejas; ve la playa
Desamparada, y el desnudo puerto,
Y todo siente estar mudo y desierto.

CXVI.

Y el tierno pecho ofende y los cabellos:
«¿Y esos advenedizos mi esperanza
Burlarán,» dice, «con erguidos cuellos?
¿Impune al ponto el pérfido se lanza?
¿No corre en armas mi ciudad á ellos?
¿Naves no parten á tomar venganza?
¡Id, hachas menead, asid los remos!
¡Soltad las velas! ¡por el mar volemos!