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ellas, antes que todo, su estilo, porque éste es el alma misma de Virgilio, la más bella y humana del mundo pagano.

Guiados por este criterio, hemos leído las Églogas, las Geórgicas y cuatro de los libros de la Eneida traducidos hasta ahora por el Sr. Caro. Delante de un trabajo que requiere aliento y fuerzas poco comunes para emprenderle, la crítica debe mostrarse circunspecta y fundada, so pena de cometer, más que una ligereza, una mala acción. Nos guardaremos de incurrir en ella, limitándonos á señalar, según nuestro entender, algunas de las brillantes cualidades de que á cada momento da pruebas el literato neogranadino: ære perennius será, sin duda, el monumento que erigirá en nombre de las letras americanas si lleva á cabo su empresa, ya tan adelantada.

El Sr. Caro es felicísimo en muchos pasos de las Geórgicas, en las cuales se encierra la ciencia y la experiencia agrícola de los romanos, embellecidas con los encantos del sentimiento y de la imaginación. En nuestro concepto, es ésta la obra de Virgilio más ardua para los traductores, y al mismo tiempo la que de preferencia debiera ponerse desde temprano en manos de los discípulos de Humanidades en las escuelas americanas. Un arado fué el cetro de Cincinato, y debe ser el instrumento con que los hijos de las repúblicas prefieran labrar su fortuna. El autor de la Agricultura de la zona tórrida hizo con sus admirables versos un valioso presente intelectual y económi-