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VIRGILIO.
XLVIII.

»Que si no le da impulsos la memoria
De sus altos destinos, ni se afana
Por ceñirse el laurel de la victoria,
Débele á Ascanio la ciudad romana.
¿Y querrá á un hijo defraudar su gloria?
¿Ó qué entre gente á su mision profana
Proyecta? ¿Por lo suyo no suspira?
¿Ni allá los campos de Lavinio mira?

XLIX.

»¡Tú vé; intímale, pues, mi mandamiento:
Yo mando, en conclusion, se haga á la vela!»
Dijo; á su voz el mensajero atento,
Cumplir el cargo presuroso anhela;
Y la sandalia calza en el momento,
La áurea sandalia con que alado vuela
Cual soplo de los céfiros, lo mismo
Sobre la tierra y sobre undoso abismo.

L.

Cobra en seguida el Dios su caduceo:
Con él las sombras pálidas evoca
Que yacen en el Orco, y al Leteo
Lleva tambien las ánimas: provoca
Y disipa los sueños á deseo;
Los mustios ojos abre si los toca:
Con él nublados trata, auras domina;
Y ya volando á Atlante se avecina.