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ENEIDA.
XLV.

»Y ella ayer desechóme por marido;
¡Ah! ¡y ella un huésped hoy sienta á su lado!
Y éste que unge el cabello y va servido
De eunucos, nuevo Páris, y el tocado
Meonio ciñe, en vergonzoso olvido,
Gozando libre está de un bien robado;
¡Y yo, que en darte culto no reposo,
Llevo infeliz renombre de dichoso!»

XLVI.

Tal, asido al altar, Yárbas gemia;
Y oyendo el Padre su clamor prolijo
Vió la copia de amantes que yacia
En torpes lazos, y á Mercurio dijo:
«Óyeme, y cruza la region vacía;
Los céfiros te ayuden, vuela, hijo;
Vé al Rey troyano que en Cartago olvida
Mansiones do Fortuna le convida.

XLVII.

»¡Que no así, le dirás, su madre hermosa
Me le ofreció; ni para fin tan triste,
Cuando la muerte entre la lid le acosa,
Una vez y otra á remediarle asiste;
Mas para que su raza glorïosa
Restaure, y éntre á Italia, y la conquiste
Henchida de poder, hirviente en guerra,
Y leyes dicte al orbe de la tierra!