Página:Eneida - Tomo I (1905).pdf/181

Esta página no ha sido corregida
147
ENEIDA.
CXXXII.

»Tierra de nobles potros afamada,
Acragas en seguida se presenta,
Y de léjos fijó nuestra mirada
El ancho muro de que está opulenta.
Selínos, la de palmas coronada,
Ya atras te quedas: la onda fraudulenta
Del rocalloso Lilibeo corto,
Y á Drépano ¡ay, llorosa playa! aporto.

CXXXIII.

»Tras tanto afan, en extranjero suelo,
El hado á Anquíses me robó tirano;
Era en mis penas mi único consuelo,
Él daba aliento á mi cansada mano.
¡Oh padre bondadoso! ¡oh acerbo duelo!
¡De cuántos riesgos escapaste en vano!
No me anunció, entre tanto mal, Heleno
Desgracia tal, ni la cruel Celeno!

CXXXIV.

»Meta de viajes, causa de gemidos
En Drépano encontré. De ahí del viento
Vinimos por el piélago impelidos,
Merced de un Dios, á vuestro ilustre asiento.»—
Tal sucesos del Cielo dirigidos
Narraba el héroe al auditorio atento,
Contratiempos, errores y peleas:
Calló, en fin, y descanso tomó Enéas.