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ENEIDA.
CXIV.

»Habla, y nuestras rodillas adherido
Abraza, de rodillas derribado:
Movémosle á que diga su apellido,
Su linaje, y mudanzas de su estado.
Calló breves momentos, y dolido
Mi padre Anquíses, con benigno agrado
La diestra ilustre tiende al magro jóven,
Y añade muestras que el temor le roben.

CXV.

«Yo Aqueménides soy,» dijo sincero
El afan serenando que le aterra:
«Fuí del mísero Ulíses compañero,
»A Itaca tuve por nativa tierra.
»Mi padre, escasa el arca de dinero,
»Me aventuró á los lances de la guerra:
»Llamábase Adamasto. ¡Ah, siempre el hado
»Me mantuviese de mi padre al lado!

CXVI.

»Miéntras huir de esta ímpia costa emprende
»Hé aquí mi gente me dejó en olvido,
»En un antro que lóbrego se extiende
»De manjares sangrientos esparcido:
»El antro de un Ciclope. El monstruo hiende
»(Oh, qué monstruo cien veces maldecido!)
»Las nubes, si la frente alza espantosa;
»Y nadie hablarle ni áun mirarle osa.