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VIRGILIO.
XCIII.

»¡Así los Griegos la atalayen ménos!
»Si al Tibre arribo y campos comarcanos
»Que hace del Tibre la corriente amenos,
»Y alzo el muro que espero á mis Troyanos,
»Lacio y Epiro, de recuerdos llenos,
»Sólo una Troya compondrán hermanos:
»Tales el Cielo cumpla nuestros votos;
»Tal gocen nuestros nietos más remotos!»

XCIV.

»De allí hácia los Ceraunios, desde donde
Puede á Italia pasarse sin fatiga,
Navegámos. En tanto, el sol se esconde,
Y la sombra los montes cubre amiga.
Ya en tierra, á qué remeros corresponde
Velar, hacemos que la suerte diga;
Solaz cobramos en orilla grata,
Y manso el sueño nuestros miembros ata.

XCV.

»La noche áun no mediaba su carrera
De las horas llevada, y Palinuro
Ya se alza, y á la brisa más ligera
Oidos tiende entre el silencio oscuro:
De una ojeada al rodear la esfera,
Ve en paz los astros declinar; ve á Arturo,
Y las Híadas tristes y las Osas,
Y áureo con armas Orïon lumbrosas.