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ENEIDA.
LXXII.

»Y á fe que el remo blandear se vea
»Del mar Trinacrio y Tusco en los cristales,
»Y la ínsula de Circe, hija de Ea
»Visites, y los lagos infernales,
»Tiempo ántes que de tí fundado sea
»Estable muro. Agora las señales
»Escucha de la tierra prometida,
»Y en la memoria conservarlas cuida.

LXXIII.

»Cuando oculto raudal con planta lenta
»Rondando fueres caviloso un dia,
»Si allí una hembra de cerdo corpulenta
»Al márgen ves entre robleda umbría,
»Con treinta lechoncillos que alimenta,
»Alba, en torno á sus ubres la alba cria,
»Esa es la seña: allí podrás, te auguro,
»De afanes tantos descansar seguro.

LXXIV.

»Ni el pronóstico tiembles de comeros
»Hasta las mesas: os oirá benino
»Apolo, y á cumplirse los agüeros
»Vendrán sin daño por mejor camino.
»Mas de la ítala costa á do con fieros
»Tumbos va á desbravarse el mar vecino,
»Huye, que todas por ahí moradas
»Son, de pérfidos Griegos habitadas.