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ENEIDA.
XLVIII.

»Dijo, y al bosque aleteando vuela.
Á influjo de su voz mis compañeros,
A quien la sangre de terror se hiela,
Con el brío deponen los aceros.
Ya con votos, con súplicas se apela
A pedir paz y á deshacer agüeros,
Ora malvadas y aves ominosas
Sean aquellas, ó terribles Diosas.

XLIX.

»Y vuelto Anquíses hácia el mar, las manos
Extiende, y con solemnes sacrificios
Los Númenes invoca soberanos:
«¡Dioses!» clama, «¡torced tales auspicios!
»¡Dioses! ¡tales anuncios haced vanos!
»¡A un pueblo justo defended propicios!»
Dice, y cables soltar en el momento
Manda, y las lonas descoger al viento.

L.

»Cumplióse lo mandado; y ya hincha el Noto
Las velas que á sus soplos confiamos;
Merced suya, y en manos del piloto,
Entre espumosas ondas navegamos:
Zacinto se aparece, ameno soto,
En medio de la mar: Duliquio, Sámos;
Ardua y fragosa Néritos se ostenta,
Ítaca con escollos fraudulenta.