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ENEIDA.
XLII.

»Ya el manjar suculento en sillas blandas
De céspedes gustábamos. En ésto
Dejan sus montes las aéreas bandas
Con ala resonante y salto presto;
Nos rapan de revuelo las viandas;
Todo lo manchan con su aliento infesto;
Y fuera de ofender vista y olfato,
El viento hieren con aullido ingrato.

XLIII.

»De ahí en el hueco de un peñon antigo
Otra vez el banquete cauto extiendo,
De corvas selvas al repuesto abrigo
Con sombra en torno de negror horrendo.
Ya ponia en el ara el fuego amigo,
Y otra vez de cien partes con estruendo
Baja improviso el escuadron nefando,
Y royendo revuela y escarbando.

XLIV.

»Al arma llamo; en la soez canalla
Hacer estrago, en cuanto vuelva, ordeno:
Y ocultamos á intento de batalla
Entre las hojas y el verdor ameno
Cuchillas y broqueles. Todo calla ...
Mas ya que por la orilla vió Miseno
Que acuden en tropel, de una alta roca
Do atalayaba, su bocina toca.