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VIRGILIO.
CXLI.

»Parecíame ya llegar seguro
Al deseado fin, cuando repente
Cual de veloces piés que el suelo duro
Batiesen, sordo estrépito se siente;
Y mi padre mirando de lo oscuro,
«Hijo,» dice, «huye, hijo; asoma gente:
Desvía; el temeroso centelleo
De las rodelas y corazas veo.»

CXLII.

»¡Ah! en tanto que mi pié medroso excusa
Por ignoradas vueltas el camino,
No sé qué ínvido Dios mi ya confusa
Razon de lleno á desquiciarme vino:
No supe más qué fué de mi Creusa;
Si la detuvo mi cruel destino,
Si erró la via, ó se sentó cansada;—
De entónces más, á mi clamor negada.

CXLIII.

»Ni la eché ménos hasta haber llegado
Todos los mios, con turbada huella,
Al templo antiguo y salvador collado:
Reunímonos; ¡faltaba sola ella!
Faltaba á su hijo, en lágrimas bañado;
Faltaba á mí, que en áspera querella,
¡Oh entre males tamaños mal supremo!
De hombres y Dioses con furor blasfemo.