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ENEIDA.
CXXXVIII.

»Cipres que nuestros padres reverentes
»Honraron siempre en sus felices dias;—
»Allí nos juntaremos, diligentes
»Sendereando por diversas vias.—
»Toma, ¡oh padre! los Dioses: yo de ardientes
»Refriegas salgo; si las manos mias
»Pusiese en ellos, en corriente clara
»No lustradas aún, los profanara.»

CXXXIX.

»Callo; y encima del comun vestido,
Con una piel bermeja leonina
Los anchos hombros encubrirme cuido,
Y al grato peso mi cerviz se inclina.
El tierno Ascanio, de mi mano asido,
Conmigo á paso desigual camina:
Quedóse atras mi esposa: opaca niebla
En torno nuestro los espacios puebla.

CXL.

»Mas yo que en la ciudad momentos ántes
No temí de la lid el alto estruendo,
No las armas, no griegos batallantes
Remolinados en tropel horrendo,
Ahora al sonar las auras oscilantes,
Al más leve rüido me suspendo,
No temeroso por la vida mia,
Sí por mi dulce carga y compañía.