Página:Eneida - Tomo I (1905).pdf/105

Esta página no ha sido corregida
71
ENEIDA.
LX.

»Tal cuando en mieses subitánea llama,
Soplando el Austro, enfurecida prende;
Ó bien si desbordado se derrama
Y valles, surcos y sembrados hiende
Bravo raudal, y en remolinos brama
Arboles arrastrando que desprende;
Sobre un peñon, de la tormenta aquella
Testigo inmóvil el pastor descuella.

LXI.

»Bien á mis ojos lo que en torno pasa,
Bien la aviesa traicion se patentiza.
Con estampido el gran palacio arrasa
De Deífobo, el fuego, y se encarniza
Sin detenerse, en la contigua casa
De Ucalegonte, y de su luz rojiza
Parece arder abierto el mar Sigeo:
Suenan trompetas, cunde el clamoreo.

LXII.

»Echo mano á las armas alterado,
Y á discurrir no acierto á mi albedrío:
Al alcázar volar con un puñado
De compañeros, en confuso ansío;
Mal ciego de furor, desatentado
En manos de la muerte la honra fio;—
Cuando al Otrida, del altar febeo
Ministro en el alcázar, llegar veo.