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ENEIDA.


LXXII.

Mientra el virus primero que destila
De la ponzoña húmida, resbala
Por los sentidos tímido, y vacila
El fuego oculto que los huesos cala;
Miéntras no oprime al ánima intranquila
Toda la fuerza del incendio, exhala
La dolorida Reina quejas tales
A estilo y en acentos maternales:

LXXIII.

«¿Tú nuestra única hija» (y largo lloro
Por la hijay frigias bodas derramaba,
Así hablándole al Rey), «nuestro tesoro
Darás á advenedizos? ¿Ni hallas traba
En su suerte, en mi amor, en tu decoro?
Haya viento propicio, ¡y por esclava
Llevarásela á bordo, y dejaráme
En duelo eterno el robador infame!

LXXIV.

«Ejemplo toma del pastor troyano
Que de Esparta á Ilion llevóse á Elena.
¿Qué? ¿y tus santas promesas son en vano,
Tu patriótico zelo? ¿Harás ajena
Esa que veces mil paterna mano
Tendiste á Turno ya de afecto llena?
Oigo me arguyes que forzoso agüero
Subyuga el Lacio á príncipe extranjero.