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VIRGILIO.


XXXIX.

En este, pues, de Dioses templo digno,
De sus abuelos en el rico trono,
El Rey audiencia concedió benigno.
Entraron los legados, y él con tono
Manso y afable, de clemencia signo,
«Hablad, Dardanios; vuestro ruego abono,»
Les dice: «ántes que vistos anunciados,
Yo vuestro oriente sé, sé vuestros hados.

XL.

«Mas ¿cuál deliberada causa, ó ciega
Necesidad á nuestra costa impele
Y á puerto ausonio vuestra escuadra apega?
¿Fué que el rumbo perdisteis? ¿Ó, cual suele
Avenir al que en alta mar navega,
Tras rodear tan largo, al leño imbele
Embistió ronca tempestad? Propicio,
Siempre, tendreis en nuestra casa hospicio.

XLI.

«Á los Latinos apreciad: lejanos
De pacto escrito y de penal violencia,
En dulce paz cultivan como hermanos
Antiguos usos, de Saturno herencia.
Y ya entre los Auruncos hallé ancianos
Que, si bien entre sombras (influencia
Envidiosa del tiempo), en la memoria
Aun guardasen de Dárdano la historia.