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ENEIDA.


XVIII.

De noche el sacerdote que sus dones
Allí á ofrecer acude reverente,
Si al descanso, tendiéndose en vellones
De inmoladas ovejas, da la mente,
Ve en sueños revelarle apariciones
Peregrinas; delgadas voces siente;
Habla con Dioses, y su mudo acento
Penetra de Aqueronte el hondo asiento.

XIX.

Fué allí sus dudas á calmar Latino;
Y habiendo, segun rito, degollado,
En obsequio al oráculo divino,
Cien lanudas ovejas, acostado
En sus pieles dormia; cuando vino
Súbita y misteriosa voz del lado
Más secreto del bosque: «¡Prole mia!
De ajustados enlaces desconfía.

XX.

»Tú de una hija la mano á descendiente
Itálico no des. Foráneo yerno,
Su linaje empalmando con tu gente,
Hará nuestro renombre sempiterno.
El nacion fundará grande y potente;
Tal, que el espacio que en dominio alterno
Sobre un mar y otromar el sol rodea,
Todo á sus piés se humille y suyo sea.»