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ENEIDA.


CLXXXIX.

Dudar ve á Turno, y su asta fulminante
Vibra Enéas, propicio punto cata
Con los. ojos, y arrójala distante,
Y entero en ella su poder desata.
No con ímpetu suele semejante
Piedra que de ballesta se arrebata
Terrífica zumbar; ni así, encendido,
Estalla el rayo en hórrido estampido.

CXC.

Fiero estrago llevando, el hierro crudo
Vuela á guisa de negro torbellino,
Y por lo bajo rompe del escudo
Hasta el séptimo cerco diamantino,
Y el halda abriendo á la loriga, pudo
Crujiente en medio al muslo hacer camino
Al fiero golpe, que de accion le priva,
Turno enorme de hinojos se derriba.

CXCI.

Alzándose, en doliente vocería
Los Rútulos prorumpen; gime el viento,
Y tiembla en torno el monte, y á porfía
Vuelven los altos bosques el lamento.
El, hincado, la diestra dirigia
Y miradas de humilde sentimiento
A Enéas: «He mi suerte merecido,
Y nada,» exclama, «para mí te pido.