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ENEIDA.


CXLVII.

Corriendo ellos al campo que la guerra
Suspensa abre á sus ímpetus, distantes
Arrójanse las lanzas; luégo cierra
Uno y otro adalid, con los sonantes
Escudos de metal. Gime la tierra;
Golpes dan y redoblan las tajantes
Espadas; y de un lado y de otro, á una
Asisten el esfuerzo y la fortuna.

CXLVIII.

Como en el vasto Sila ó gran Taburno,
Marchando á combatir dos toros fieros,
Aquél á éste, éste á aquél hiere á su turno;
Retíranse medrosos los vaqueros;
El rebaño contempla taciturno;
Cuál se alce de los dos con regios fueros
Sobre el hato en los campos y en la sierras,
No saben pensativas las becerras;

CXLIX.

Ellos, en tanto, con vigor tremendo
Cuernos traban y heridas menudean,
Sus cuellos y sus brazos envolviendo
Los arroyos de sangre que chorrean;
Repite el ancho bosque el sordo estruendo:
Chocando los broqueles tal pelean
El troyano y el daunio combatiente;
E hinche los aires el fragor creciente.