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ENEIDA.


CXLI.

Cual rueda enorme montaraz fragmento,
Ya recia lluvia ó huracan lo bata,
O sea ya que el no sentido y lento
Trabajar de los años lo desata;
Impetuosa desde su alto asiento
Al abismo la mole se arrebata,
Y en los saltos que da desmesurados
Arboles vuelca y hombres y ganados:

CXLII.

Turno, echándose así del carro afuera,
Rompe los escuadrones, los divide,
Y por entre ellos en veloz carrera
De la magna ciudad los muros pide.
Allá en sangre empapado ve doquiera
El suelo, y ve que el aire todo estride
Con dardos borrascoso. Hizo señales
Su mano, y él lanzó clamores tales:

CXLIII.

«¡Paso, oh Rútulos, dad al paladino!
¡Y vos cesad en la marcial porfia,
Valientes del ejército latino!
Dejadme el campo; la aventura es mía.
Por vosotros lidiar es mi destino;
Mi ánima sola por el pueblo expía
El sellado concierto.» La amenaza
Todos paran al punto, y danle plaza.