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ENEIDA.


CXXIII.

Dando al jóven por muerto la mezquina,
Sola causa del mal, única rea
Proclámase; y gimiendo desatina
Enajenada en su doliente idea;
Desgárrase la veste purpurina,
Lúgubre frenesí la aguijonea,
A yerta viga ató ominoso nudo,
Y fué aquello un morir fiero y sañudo,

CXXIV.

Hiere á las damas la nefasta nueva:
Mesándose Lavinia los floridos
Cabellos, las airadas manos ceba
En las róseas mejillas: con gemidos
Responde su cortejo; el eco lleva
Por las ámplias mansiones los plañidos;
Y ya por la ciudad su vuelo explaya
El rumor, y los ánimos desmaya.

CXXV.

En polvo vil la blanca cabellera
Mancha, rasga su veste el Rey anciano,
Vaga sin rumbo, y viendo desespera
De una infeliz consorte el fin insano
Y la ruina de un pueblo! Que no hubiera
Llamado en tiempo al adalid troyano
Al reino, acreditándole por yerno,
Mucho se culpa con lenguaje interno.